Esta carrera para mi empezó hace tres años cuando seguí, mordiéndome las uñas y echándome las manos a la cabeza, a varios miembros de este club en una épica edición que acabaron como verdaderos titanes. La intenté al año siguiente, retirándome en Grazalema cuando llevaba 109 kilómetros, ese día me prometí volver y quitarme esa espinita.
Pues bien, este era el año y el viernes 6 de marzo allí que estaba yo en la línea de salida pensando que mi objetivo este año sería disfrutar todo lo que no pude en la edición anterior. Tras el juramento bandolero, empieza la marcha.
Como siempre y al igual que nos pasa a todos, por mucho que lo intentemos, me dejo llevar y salgo más rápido de lo que tenía pensado y llego antes de lo previsto al El Bosque, primer AV, allí chute de adrenalina al ver al gran Yokin animando y corriendo unos metros al lado, dando ánimos y mucha fuerza para lo que nos espera.
Pasamos El Bosque y comenzamos a subir, tranquilo, pero a un buen ritmo y ganando posiciones, algo que me sorprende y me preocupa a la vez, pienso que me estoy pasando de revoluciones, reduzco ritmo y me doy cuenta del maravilloso paisaje, este año tenemos un clima perfecto para correr, hay un atardecer precioso y me recuerdo que hay que disfrutar de cada minuto y que pase lo que tenga que pasar.
Como toda carrera, sea más larga o más corta, cada avituallamiento es una etapa ganada, con ese planteamiento llego al final de la segunda etapa. En este punto, a diferencia con otras carreras a las que me planto sólo, escucho como gritan mi nombre y encuentro a mis niños esperándome con mi mujer Paki, también esta mi suegra y mis cuñados, este año me he traído a mis Barras Bravas, si la cosa no sale como espero, pues a disfrutar con la familia de estos bonitos parajes.
Salgo del avituallamiento de los Llanos y tengo la primera de las muchas veces que me recuerdan en esta carrera la camiseta verde que visto y lo conocida que ya es por muchos corredores. Me espera el corredor que me precede y cuando está a mi altura, me comenta que es uno de los organizadores de la Chamizo Trail y que en la última edición el ganador de una de las categorías fue un tal Francisco de Pulso , yo le digo que a quien se refiere es a Pacojo, un monstruo de la montaña y me hace creer que soy mejor por llevar esa camiseta y me tiro a subir como si no hubiera un mañana.
Llegamos al Puerto del Boyar, donde empieza la parte más complicada para mí de la carrera, me abrigo, ya que viene el Simancón y se prevé frio. En esta etapa ya llevamos casi 30 km y me encuentro muy cómodo, sigo poco a poco adelantando corredores y cuando llega la temida bajada a Villaluenga, me pego a un loco que baja a tumba abierta, mi sorpresa es cuando lo paso y me digo que algo no va como tenía planteado. La primera noche se trata de pasarla sin sufrir más de la cuenta, que la carrera es muy larga, pero las piernas me piden marcha y sigo tirando. Pasamos Villaluenga, Km 42, y como me pensaba haber llegado a este punto mas tarde y en peores condiciones decido replantear la carrera y me propongo que mientras tenga patas voy a tirar, ya llegara el momento de andar, mientras pues a sumar kilómetros y pasar avituallamientos.
Entre el Refugio de Libar y Montejaque, del km 50 al 60, tengo unos de esos momentos en los que encuentras el sentido a lo que hacemos, voy corriendo sólo ya está entrada la madrugada y la luz de una luna casi llena me regala un paisaje y unas sensaciones por las que, si me tuviera que retirar en ese mismo momento ya hubiera merecido la pena, solo por esos 10 kilómetros.
Bueno con esas, van pasando kilómetros y etapas marcadas por los avituallamientos de Ronda, Benaojan y Jimera. Cada vez más asombrado como un paquete como yo, a estas alturas de carrera, ya llevamos mas de 90 km en las patas, sigo manteniendo las mismas fuerzas y sensaciones, me pego horas de carrera flipando conmigo, pues creía que a estas alturas estaría pasando las fatiguitas que tantas veces me han acompañado.
En Cortes de la Frontera, km 103, adelanto a los que van primeros en la categoría de equipos, estos me comentan que el segundo equipo que venia tras ellos, son de Córdoba y están teniendo algunos problemas por Jimera de Libar. En este punto comienza a pegar el sol de lo lindo, son cerca de las 11 de la mañana y el día promete.
De Cortes vuelves a Villaluenga y bajando el puerto del Correo me pego a un portugués con el que voy charlando de carreras de su país, me comenta que es de los organizadores también de la carrera Transfronteriza que, si no me falla la memoria, hicieron podio o ganaron Yokin y Pili.
A mi llegada a Villaluenga me espera de nuevo mi familia. Subidón de animo y ganas para seguir disfrutando como hasta ahora, me sorprende no ver a ningún corredor y al preguntar me dicen que voy el 39 de la general, se me caen los bastones y casi me cago encima, literal.
De Villaluenga a Grazalema viene la que para mi es una de las partes mas bonitas y mas duras de esta y de muchas carreras. Subida técnica, dura y piedra rabiosa que me ponen en mi sitio y paso el peor momento, la rodilla derecha empieza a castigarme el ímpetu y las ganas que me traía la noche anterior. Cuando subes de nuevo al puerto del Simancón y comienzas la bajada espectacular hasta Grazalema, yo voy pasando mi quinario personal y se me hace interminable la llegada al pueblo. Se acabó entusiasmo y la felicidad, empieza el sufrimiento. Llego a Grazalema con la pierna muy jodida y preocupado, otra vez aquí, otro año y veremos si podemos continuar.
En el avituallamiento de Grazalema, km 129, me calmo un poco, intentando sacar los malos pensamientos de la cabeza, me hidrato bien, como bastante, y pienso que, aunque sea arrastrándome el tiempo me da para llegar a meta dentro del corte. Así que tras un poco de réflex y ganas de terminar comienzo la subida para volver a pasar por el Puerto del Boyar. Cuando se vuelven a calentar las piernas vuelven las buenas sensaciones y aunque con la rodilla renqueante todavía, me planteo bajar tranquillo guardando piernas para lo que queda.
Paso los avituallamientos de Benamahoma y el Bosque y vuelvo a coger a los corredores que me adelantaron, mientras juraba en hebreo, antes de mi llegada a Grazalema. Ya me queda la ultima etapa, del pueblo de El Bosque, km 145, hasta la meta de Prado del Rey, y aquí me espera Paki, mi mujer, preparada para hacerla conmigo y menos mal, porque aquí llegó otro gran bajón mental, porque físico ya no quedaba.
La última etapa me decepciono mucho, ya que hasta el momento había sido recorrido espectacular y en el último tramo meten más kilómetros de los que te marca la organización en un principio y encima por arcenes de carreteras y subidas por asfalto sin mucho sentido. Tienen campo para haberle puesto la guinda como se merece esta prueba. Gracias a la compañía de Paki y el saber que me esperan mis hijos en meta, me hace digerir el tramito en cuestión.
Y por fin, última subida por el pueblo, con los ánimos de todo ser viviente que te cruzas. Mis hijos me esperan en la última esquina antes de doblar para encarar la meta, todavía hay mucha gente animando y piso la alfombra roja y me olvido de lo malos momentos que he pasado ya solo queda la gloria del sufridor. Lo conseguí, esta vez sí.
Para resaltar y quitarse el sombrero ante todos los voluntarios que te cruzas en esta carrera, de todas las edades, te levantan el animo daba igual que fueran las 2 de la madrugada e hiciera un frio del carajo, estaban para achuchar y envolverte de energía, lo dicho, chapó. Finalmente conseguí completar los 160km (177,4 según mi garmin) en 26 horas 54 minutos y 05 segundos quedando el 40 de la general y 18 de mi categoría. Todavía no me lo creo.