Me llamo Rosa María y hace poco intenté un reto que me había propuesto, una ilusión que tenía desde hacía varios años.
Llevo corriendo toda la vida, pero nunca me había planteado participar en una carrera popular de asfalto, hasta que, en el gimnasio, empecé a coincidir con corredores que sí habían participado en algunas carreras. Junto a un primo mío que me acompañaba y me daba indicaciones de cómo afrontar una carrera de 5 km de asfalto, empecé a engancharme y finalmente me coloqué un dorsal. Primero en una carrera de 5 km y a continuación en todas las carreras populares y benéficas de Córdoba, incluida la Media Maratón.
Por supuesto, me vine arriba y comenzaron las lesiones. Esto hizo descubrir que lo mejor era hacer entrenamientos con conocimiento y que no todo se basaba en correr y en querer hacer ritmos que no me corresponden por mí condición física. Pero soy demasiado exigente conmigo misma y esto me provocó una lesión bastante grande que me duró mucho tiempo.
La casualidad hizo que conociera a una persona que sabía de mí afición a correr y de mí lesión, me habló de un club de trail, en el que su marido era presidente. Aunque el único campo que había pisado corriendo hasta ese momento había sido el canal, donde me encontraba en mí salsa. Esto me renovó la ilusión perdida en el tema de carreras, de nuevo empecé a emocionarme y a pensar que aunque nunca había corrido por montaña, me encantaba la idea.
Me volví a venir arriba y me inscribí en el club Pulso Trail, hoy llamado Omeyas Trail. Ahora tenía otro problema ¿cómo le decía a Miguel (mí marido) que me había inscrito en un club de trail? Cuando soy muy torpe andando por campo y no había probado nunca a correr por el monte.
Él no se lo creía, pero como me conoce y sabe cómo soy, pues le pareció bien la idea, tanto que al final lo arrastré también al club.
Desde entonces, he realizado bastantes carreras por montaña y de todas he aprendido algo. No hago buenos tiempos, pero mí objetivo es terminar cada carrera que empiezo y hacer muchas fotos, sobre todo a quienes llamo mis amigas (vacas, ovejas, cabras, etc.)
Un día oí hablar de una carrera y por supuesto me interesé por ella, eran 101 km y 24 horas para terminarla, evidentemente eran los 101 km de la Legión en Ronda. Empecé a plantearme si algún día sería capaz de inscribirme en dicha carrera y terminarla.
Pasaron los años y en 2.020 el compañero de club Pepe Valenzuela le propuso a Miguel formar un equipo para correr los 101 en plan relajado, yo vi más cerca poder conseguir mi sueño.
Una vez conseguido el dorsal ya no había vuelta atrás.
Como sabemos, se suspendió todo por la pandemia, pero yo seguía con la ilusión de poder realizar un reto que para mí era muy importante.
Por fin confirmaron la fecha de salida de la carrera: 14 de Mayo de 2.022. Lógicamente empezaron mis nervios, mis miedos y mis pensamientos negativos (¿seré capaz de conseguirlo?, ¿dejaré en mal lugar a mí equipo?, etc., etc.).
Me preparé para mí sueño a conciencia, ya que habíamos decidido disfrutar la carrera sabiendo que teníamos 24 horas para hacerla. Tenía claro que mí entrenamiento no se podía basar en ritmo, pero sí en resistencia.
Llegó el día, no dormí nada la noche anterior y la salida era a las 10:00 horas, me temblaba todo el cuerpo, en el camino hacia la salida coincidimos con varios compañeros del club que también iban a correr, nos dimos muchos ánimos y nos hicimos fotos con algunos de ellos, ¡cómo mola encontrar camisetas verdes Omeyas Trail por todos sitios!
Ya esperando el inicio de carrera en la Ciudad Deportiva de Ronda, me faltaba el aire y Pepe me decía que respirase hondo, no podía. Chito comenzó la cuenta atrás, el corazón a mil y vamos pasando por el arco de salida los casi 6.000 corredores.
Ya estaba realizando algo que deseaba. Mis compañeros de equipo iban genial, pero yo no quería arriesgar por miedo a no ser capaz de entrar en meta, sobre el kilómetro 20 decidimos hacer dos grupos, nos quedamos Miguel y yo y dejamos avanzar a los demás. Sé que yo podía haber ido algo más rápido pero por primera vez confié en mí y a pesar de estar nerviosa durante toda la prueba, decidí hacer mi carrera y disfrutarla a mi ritmo.
En 101 km dio tiempo de muchas cosas, vi compañeros de club, amigos de otros clubs de Córdoba, la increíble gente de los pueblos que nos animaba –incluso de madrugada-, los legionarios siempre atentos para ayudar, los que desfallecían y lamentablemente se retiraban, paisajes, pueblos –especialmente emotivo el paso por Setenil de las Bodegas-, la caída de la noche con las espectaculares imágenes de filas de frontales por los caminos de la sierra, el amanecer en la sierra cuando ya divisábamos Ronda, los que a pesar de sus lesiones/ampollas seguían avanzando hacia la meta.
Por fin llegó la cuesta del “Cachondeo” que, aunque dura, la iba a subir como si no hubiera nada más que hacer en la vida. Ya en las calles de Ronda al pasar por el puente del Tajo, nos paramos Miguel y yo, no había prisa, esto no iba de “records”, ni de tiempos. Nos quitamos manguitos, guardamos bastones y nos acicalamos para entrar en meta, había que disfrutar la entrada, enfilamos la calle y entramos en la Alameda trotando, no pude parar de llorar al ver el arco de meta al fondo y cuando el legionario me puso la medalla de finisher me di cuenta de que lo había conseguido, se lo dediqué a mí padre en silencio y junto a Miguel me sentí vencedora de un gran reto.
Quiero dar las gracias a mis compañeros de equipo en Ronda y en especial a Pepe Valenzuela porque sin él saberlo, ni tener idea del reto que yo quería conseguir, me dio la oportunidad de poder realizarlo. También recordar a Mariluz con la que coincidimos mas de treinta kilómetros.
Para finalizar quiero dar la enhorabuena a todos los compañeros de club que han tenido la valentía de intentar esta carrera, la hayan terminado o no, solo afrontar el reto es para quitarse el sombrero, ¡Enhorabuena!